En la presente entrada reflexionaré sobre la importancia que tiene la familia en el desarrollo de la infancia de nuestros niños y niñas.
Las familias son fundamentales para que los niños y niñas reciban una educación afectuosa y desarrollen habilidades que necesitan para ser parte de la sociedad. El desarrollo de este afecto no se basa en la genética, sino en relaciones significativas y por eso podemos decir que la “familia” va más allá de los padres biológicos. Es un adulto responsable con quién hay vínculos afectivos y sirve de referente para el niño o la niña. Una familia es mucho más que resolver las necesidades básicas de los niños como la alimentación y el vestido, pues tiene una gran incidencia en el desarrollo social y emocional de todos los seres humanos. Allí adquirimos las habilidades necesarias para afrontar la vida de adultos y desarrollar todo nuestro potencial. Nuestras familias nos conducen en formas de ver el mundo, pensar, comportarnos y valorar la vida y la de los otros.
La familia le ayuda a los niños y niñas a aprender quienes son, desarrollar su personalidad y les brinda apoyo emocional. El ambiente en que crecen los niños define elementos fundamentales para el resto de su vida. Para un buen desarrollo integral de los niños y niñas es fundamental que crezcan en un ambiente protector familiar, donde el afecto, el cariño, el respeto, el cuidado, el amor y la protección les permitan desarrollarse plenamente hasta lograr una vida independiente y autónoma.
Durante los primeros años de vida, los padres juegan un papel fundamental en la transmisión a sus hijos de valores, normas, hábitos, rutinas y costumbres. Este conjunto de actitudes y aptitudes serán fundamentales para su desarrollo personal y social y en muchas ocasiones, tendrán un carácter persistente en el tiempo. Durante la infancia de los niños y niñas, el aprendizaje opera a través de dinámicas de refuerzo y castigo, y mediante conductas de imitación en figuras “modelo”. Con frecuencia, estos roles son asumidos por los progenitores, con quienes los niños desarrollan un proceso de identificación. A medida que pasa el tiempo, otras figuras, como hermanos o hermanas, primos y primas, amigos y amigas, irán asumiendo ese papel de identificación.
Posteriormente y coincidiendo con la incorporación del niño al Centro Escolar, las conductas de imitación y aprendizaje concurren en varios contextos: en su relación con los progenitores y en el aula, que influye paralelamente a la acción de los padres. Por lo tanto, la relación familia-escuela será esencial para un óptimo desarrollo integral del niño o niña. Por ello, tanto padres, madres, familias y maestros/ maestras elaboran pautas de actuación conjuntas y coordinadas, encaminadas a favorecer la adquisición de hábitos básicos para su autonomía y desarrollo posterior.
Los hijos e hijas son total responsabilidad de los padres, madres y familias, y si deseamos que su integración social sea exitosa, debemos acompañarlos durante todas las fases del crecimiento con conductas ejemplares. Se sabe que el modo en que los malos hábitos puedan aparecer durante la edad temprana afecta de manera directa al crecimiento. Por ello, es obvio que los primeros educadores de los niños y niñas están en la familia, siendo el primer nivel de socialización en la vida de los niños y niñas. De forma complementaria, la escuela ofrece nuevas pautas y refuerza determinados aprendizajes que no se dan en un contexto familiar. Si los padres no desarrollan con regularidad actitudes proactivas y prosociales, si sus hábitos de higiene y alimentación son deficientes y si el sueño no se regula de acuerdo a fórmulas saludables, estarán ofreciendo un “modelo” distinto al que promueven los centros escolares. En cambio, si la familia impulsa hábitos de vida saludables, enseñando a sus hijos los beneficios de hacer ejercicio de la práctica del deporte, de descubrir el sabor de nuevos alimentos, buenos comportamientos… estaremos dando un buen ejemplo a imitar y el niño o niña seguramente, adoptará los mismos hábitos.
De cualquier forma, el papel de la familia como agente socializador es sin duda el que le confiere un papel decisivo en el conjunto de la estructura social, pues es dentro del marco familiar donde el niño comienza a tomar contacto con el mundo exterior, y donde su personalidad empieza a adquirir forma. En este sentido, las modernas corrientes psicopedagógicas tienden a resaltar la importancia que para el desarrollo armónico del ser humano representa la existencia de un equilibrio emocional y afectivo durante su infancia, equilibrio que sólo podrá conseguirse mediante la adecuada coordinación entre las instituciones sociales y los padres, madres y familias ; a éstos, pues, corresponde en gran medida la tarea de proporcionar a sus hijos e hijas la formación y el apoyo indispensable para que puedan llevar a cabo su plena integración en la sociedad. En definitiva, si queremos que los niños y niñas aprendan y desarrollen buenos hábitos, los padres, madres y familia deberán servir de ejemplo y modelo para ellos.
Bajo mi punto de vista, de la importancia de la familia en los niños y niñas de edades tempranas destaco que el proceso de socialización comienza en la familia, ya que es el primer referente social que los niños y niñas tienen. Además, tiene la responsabilidad de transmitir un bagaje cultural y prepararlos para la vida, por ello los padres y madres tienen gran influencia en la identidad familiar, porque los niños o niñas aprenden valores y normas con el refuerzo que los padres y madres les proporcionan de las conductas de éstos. Por otro lado, hay que tener en cuenta que hay diferentes tipos de familias, ya sean familia nuclear, extensa, monoparental, familias con dos papás o con dos mamás, etc y por ello debemos tener una mente abierta ante esta situación y utilizar un lenguaje inclusivo.