viernes, 13 de abril de 2018

PRÁCTICA 12: CONSUMO RESPONSABLE


En la presente práctica se realizará una reflexión sobre la fabricación de la ropa que nos ponemos día tras día, por ello introduciré el tema haciendo una síntesis acerca de la industria textil, para posteriormente elegir la última prenda de ropa que me he comprado y analizar su etiqueta. Además, después de investigar sobre el tema haré una crítica acerca de las condiciones laborales de los trabajadores y trabajadoras.

La industria textil es el sector de la industria dedicado a la producción de fibras; ya sean naturales o sintéticas, hilados o telas, y productos relacionados con la confección de ropa. Aunque desde el punto de vista técnico es un sector diferente, en las estadísticas económicas se suele incluir la industria del calzado como parte de la industria textil.
Los materiales textiles como fibras, hilos, telas y  ropa que son productos de consumo masivo razón por la que la industria textil y de la confección genera gran cantidad de empleos directos e indirectos, un peso importante en la economía mundial y una fuerte incidencia sobre el empleo y la tasa de desempleo en los países donde se instala. Es uno de los sectores industriales más controvertido, tanto en la definición de tratados comerciales internacionales como por su tradicional incumplimiento de mínimas condiciones laborales  y salariales por su deslocalización constante.
Las fábricas textiles son los lugares donde se desarrolla el trabajo y elaboración de los distintos materiales. Inicialmente el trabajo se realiza por mujeres en sus domicilios, luego en talleres más o menos adecuados y finalmente en instalaciones fabriles para la elaboración de hilaturas y confección de prendas.
En la actualidad, la mayoría de las empresas del sector textil no fabrican todas sus prendas en su fabrica o incluso en España, sino que la mayoría de las empresas que nos venden su ropa, está fabricada en países en vías de desarrollo donde la mano de obra es barata. Hay varios ejemplos de países que tienen una mano de obra barata y no existe un comercio justo en cuanto a los productos que fabrican, ya que no reciben el sueldo que les pertenecen sino que les pagan una miseria por una larga jornada de trabajo en comparación con el beneficio que las grandes empresas le sacan al producto. Un ejemplo de ello es Bangladesh, ya que la última prenda que compré en una tienda de Inditex fue una camiseta que estaba fabricada allí.
Este país asiático ha registrado un crecimiento constante de más del 6%, gracias a la mano de obra barata que trabaja en la industria textil, lo que ha permitido que el país sea el segundo mayor exportador textil del mundo. Este sector emplea a millones de mujeres jóvenes, dándoles poder económico, lo que anima a las comunidades rurales a invertir en educación. Por esta razón, aún queda mucho tiempo para que los robots sean capaces de sustituir a estos trabajadores y adaptarse a los rápidos cambios de la moda.
El crecimiento de los nuevos centros de producción es uno de los cambios más interesantes en la economía global. Estos centros ofrecen nuevos mercados para los productos de consumo, grandes oportunidades para los inversores y una vía para sacar a millones de personas de la pobreza. Pero, a pesar del avance de Bangladesh, hay dudas sobre si puede decirse lo mismo de otros países vecinos.

Los consumidores y consumidoras también tenemos contratos y acuerdos con quienes nos venden buena parte de los productos textiles. Y por escrito. Son tickets y etiquetas. Los tickets hablan del precio, la fecha, los impuestos y los derechos que tenemos. Las etiquetas hablan de la calidad del producto y de las recomendaciones sobre su lavado. También suelen poner en pequeño “Made in Bangladesh". Y ya está. Nada dicen sobre quién está detrás de su producción. De si se han respetado las normas laborales y medioambientales correspondientes. De si hay gente jugándose la vida por respetar esos contratos con nosotros.

Bangladesh es uno de los mayores exportadores textiles del mundo. De hecho, es uno de los grandes motores de crecimiento del país asiático y suponen una quinta parte de su PIB. Según diversos informes, da trabajo a unos cuatro millones de personas, la mayoría de ellas mujeres. “La mano de obra de Bangladesh es una de las más baratas de la región, y gracias a esto, ha conseguido una posición ventajosa respecto a otras zonas en el mercado textil global y ha hecho que en Bangladesh esta industria haya experimentado un crecimiento espectacular en las últimas décadas”, explica la ONG Ropa Limpia. Los salarios difieren, pero pocas veces superan los cien euros al mes. Los empleados de una empresa que trabajaban fabricando productos para compañías de Inditex cobraban unos 28 euros al mes. En India, un informe del Centre for Research on Multinational Corporations documentaba hace unos años cómo niñas y adolescentes trabajaban sin contrato más de 72 horas a la semana con un salario de 0,88 euros al día. Para colmo, sólo podrían disponer del dinero ganado una vez transcurridos entre tres y cinco años y lo emplearían en la dote matrimonial. Entre las firmas involucradas en este escándalo se encontraban: Inditex, El Corte Inglés, Cortefiel, Primark, Tommy Hilfiger, Timberland, H&M, Marks&Spencer, Diesel, Gap y C&A.



Bajo mi punto de vista la confección de ropa requiere de un largo proceso, y diversas ONGs llevan trabajando años en conseguir un Comercio Justo y siempre identificando la demanda como una oportunidad para el desarrollo. Pero esa oportunidad se concreta cuando los contratos contemplan los derechos de todos, no solo de quienes consumimos. También de los productores. “No les rebajes” es el lema de una de las campañas que se han puesto en marcha. Cuando finalice esta iniciativa se pretende contabilizar el número de personas que demuestran con su compra su preocupación por cómo está hecha la ropa. El objetivo de todo esto es que el sector textil convencional vea en el aumento de esas ventas una reclamación por parte de quienes formamos la demanda. Porque nos corresponde, como consumidores y consumidoras, adaptar nuestra demanda al respeto de los derechos humanos y no permitir que estos se adapten para respetar nuestra demanda.


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